los pies para caminar. los oidos en tus manos. ceguera.
las hojas de los árboles cubriendo tu pecho , tu torso y tu espíritu.
se fue y solo se quedó la soledad de la sombra.
la lentitud de las ramas al crecer, el despertar de la líbelula.
y gritó al agua que no le escuchó, se reflejó en ella.
el cienpiés se aventuraba y todos se perdieron en el remolino del rio.
perdío la zapatilla y nadó a por ella
el verano con sus nubes los atrapó.
ellos disfrutaban de una infancia con mariquitas de color rojo brilllante.
manchas negras. cienpiés y un pañuelo para no mancharse en el suelo.
agua, agua de nuevo y atrás el verano .
No sabía nada. no sabía nada de su dirección ni de su tiempo, de su reloj, ni de sus pasos.
Las agujas detrás y la huella de las piedras, el tiempo en una botella sin gas.
un brazo retorcido y sin dolor. unas alas intentando salir rasgando la espalda y un paisaje de Orwen para recordar las utopías del pasado no muy lejano.
Ella se levantó y siguió caminando.
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